La fertilidad femenina es un proceso complejo que implica la interacción coordinada de varios componentes del sistema reproductor y endocrino. La capacidad de concebir y llevar a término un embarazo requiere que los ovarios produzcan óvulos y que el útero sea capaz de mantener la gestación.
En este contexto, es esencial entender la anatomía del sistema reproductor femenino, el cual se divide en órganos externos, como la vulva y órganos internos, como la vagina, el cérvix, el útero, las trompas de Falopio y los ovarios. Cada uno desempeña un papel crucial en la reproducción humana.
Cuando estos elementos se coordinan, se favorece la fertilidad, sin embargo, cualquier alteración puede conducir a problemas de esterilidad. La esterilidad se clasifica en: primaria (cuando la pareja, tras un año de relaciones sin tomar medidas de protección, no ha conseguido embarazo) y secundaria (la de la pareja que, tras la consecución del primer hijo, no logra una nueva gestación tras 2 o más años de intentarlo). El tiempo mínimo a partir del cual se habla de esterilidad se fija en un año de relaciones sexuales con deseo de descendencia.
Debemos distinguir el concepto “esterilidad” del término “infertilidad”, el cual se refiere a la incapacidad para concebir un hijo vivo. Podemos encontrar también dos tipos de infertilidad: primaria (la padece la pareja cuya gestación no llega a término con un recién nacido normal) y secundaria (cuando, tras un embarazo y parto normales, no se consigue una nueva gestación a término con un recién nacido normal).
Es fundamental comprender que tanto hombres como mujeres experimentan cambios en la fertilidad con el tiempo. Las mujeres son fértiles hasta la menopausia, que generalmente ocurre entre los 45 y 55 años, pero su reserva ovárica comienza a descender en torno a los 35 años. Mientras que los hombres experimentan una disminución natural de la fertilidad alrededor de los 50 años.
A pesar de estas dificultades, los avances en técnicas de reproducción asistida ofrecen esperanza a quienes se enfrentan a estos problemas. Sin embargo, es conveniente conocer consejos prácticos que pueden contribuir a mejorar la fertilidad antes de recurrir a estas intervenciones.
En un mundo donde la fertilidad se ha convertido en una preocupación común, es crucial explorar todas las opciones y adoptar hábitos de vida saludables para favorecerla.
Durante la infancia, el cuerpo de niños y niñas actúa de manera similar, diferenciándose únicamente en los caracteres sexuales primarios. Sin embargo, con la llegada de la pubertad a los 11-12 años, los ovarios de la mujer comienzan a funcionar gracias a las hormonas FSH y LH, desencadenando la maduración de los órganos sexuales femeninos.
A partir de ese momento, los ovarios segregan hormonas femeninas, estrógenos y progesterona, y la mujer experimenta el desarrollo de caracteres sexuales secundarios como el crecimiento de las mamas, la adaptación de la pelvis para el parto, la distribución del vello en el pubis y axilas , el inicio de la menstruación y la ovulación.
Para que la mujer sea fértil, es esencial que sus ciclos menstruales estén bien regulados, aunque hay mujeres con ciclos irregulares que sí son fértiles. Un ciclo convencional dura alrededor de 28 días, y la ovulación (momento óptimo para concebir) se concentra en la mitad del ciclo. Los días fértiles, donde se produce la ovulación, varían y se sitúan aproximadamente entre 5 días antes y 2 días después de este evento.
La viabilidad del óvulo después de la ovulación es limitada, generalmente alrededor de 24-48 horas, mientras que los espermatozoides pueden permanecer fértiles en el aparato reproductor femenino hasta 5 días después. Por lo tanto, para que se produzca la fecundación, el coito debe ocurrir entre 4 y 5 días antes de la ovulación y hasta 48 horas después. Las relaciones sexuales durante estos días tienen altas probabilidades de resultar en un embarazo exitoso.
Lograr la concepción exitosa es un objetivo compartido por muchas parejas y existe información de valor sobre los tiempos ideales para las relaciones sexuales. Un periodo prolongado de abstinencia, considerado igual o superior a 5 días, puede afectar la movilidad de los espermatozoides. Para aquellas parejas que buscan concebir, se considera que el rango ideal para las relaciones sexuales se encuentra entre 2 y 3 días.
Es crucial tener en cuenta que el seguimiento meticuloso de los periodos de ovulación y la rigidez en los intervalos pueden generar ansiedad y estrés, afectando el deseo sexual y poniendo en riesgo el proceso de concepción.
Más allá del control basado en el calendario menstrual, existen señales naturales que indican los días de mayor fertilidad en la mujer, como los cambios en la temperatura corporal y la presencia de moco cervical. Sin embargo, se aconseja tener relaciones sexuales frecuentes, pero deseadas.
La fertilidad femenina puede verse afectada por diversos factores que abarcan trastornos hormonales, anomalías uterinas, bloqueos en las trompas de Falopio y condiciones específicas como la endometriosis o la insuficiencia ovárica.
Entre los trastornos de ovulación se encuentran el síndrome de ovario poliquístico, la hiperprolactinemia y problemas de tiroides. Las anomalías del cuello uterino o del útero, como pólipos o fibromas, también pueden contribuir a los desafíos de la fertilidad.
Lesiones o bloqueos en las trompas de Falopio, a menudo asociados con enfermedades pélvicas inflamatorias, así como adherencias causadas por infecciones, apendicitis o cirugías abdominales o pélvicas, son factores adicionales que pueden interferir con la fertilidad femenina. Condiciones médicas relacionadas con la ausencia de menstruación, como diabetes descontrolada, enfermedad celíaca y ciertas enfermedades autoinmunes como el lupus, también se suman a la lista de posibles desafíos.
La edad desempeña un papel crucial en la fertilidad femenina, ya que el retraso en el embarazo puede reducir las probabilidades de concepción. La edad afecta tanto a la cantidad de óvulos como a la calidad.
Aunque no existen soluciones que nos garanticen un resultado del 100%, adoptar un estilo de vida saludable puede ser beneficioso.
En primer lugar, mantener un peso adecuado, evitando infecciones de transmisión sexual y reduciendo el estrés y descansando entre 7-9 horas. Además, la prevención de la exposición a factores ambientales de riesgos puede influir positivamente.
La dieta juega un papel crucial en la fertilidad femenina y se aconseja evitar el consumo excesivo de carbohidratos procesados, así como controlar la ingesta de cafeína en exceso y abstenerse del tabaco. Además, también es importante mantener una hidratación adecuada, con al menos 2 litros de agua diario.
Por otro lado, mantener una vida activa mediante el ejercicio regular también se considera esencial para mejorar la fertilidad y contribuir al bienestar general, evitando los deportes de impacto y no realizar más de 7 horas de deporte de alta intensidad a la semana.
Por último, se destaca la importancia de una consulta preconcepcional, que permite actualizar el historial ginecológico, recibir orientación personalizada y, en algunos casos, la recomendación de suplementos de ácido fólico y yodo: deben iniciarse al mes 1-2 meses previos a la búsqueda de la gestación.
Aunque las alteraciones genéticas y hormonales desempeñan un gran papel, numerosos estudios destacan la influencia del estilo de vida y la dieta en la fertilidad.
Para mejorar las posibilidades de concebir, se sugiere reducir los niveles de estrés y realizar cambios en la dieta. Algunos alimentos con propiedades beneficiosas pueden contribuir a este objetivo:
Además de la alimentación, se destacan otras recomendaciones para mejorar la fertilidad natural, como evitar alimentos procesados, adoptar una dieta alcalina y asegurarse de tomar alimentos lo más cercanos posible a su estado natural.
Es aconsejable que una mujer busque la orientación de un especialista después de un año de intentos sin éxito para concebir. Sin embargo, este plazo se reduce a 6 meses en mujeres cercanas a los 40 años.
Enfrentarse a dificultades para quedarse embarazada puede generar preocupación, y la consulta con un profesional de la salud puede proporcionar información valiosa y opciones para abordar cualquier problema subyacente.
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