Como padres es importante que comprendamos cómo será el desarrollo evolutivo de nuestro hijo, ya que su crecimiento va a ser un sinónimo de salud.
Desarrollo físico: Tras el nacimiento, es habitual que el bebé experimente una pérdida de peso fisiológica durante los primeros días de vida, sin embargo, no es algo por lo que preocuparnos ya que lo habitual es que pasados 10 días haya recuperado su peso de nacimiento. De hecho, el primer año de vida es el periodo de mayor crecimiento, duplicando el peso a los 5 meses y triplicándolo al año de edad.
Desarrollo cognitivo: ya desde sus primeras horas de vida el bebé es capaz de enfocar y ver objetos distantes, pero de forma borrosa ya que al nacer es miope.
El sueño en el recién nacido cumple una función esencial en su aprendizaje, permitiendo consolidar su memoria e interviniendo en la maduración de sus funciones ejecutivas.
Pasado el sexto mes, el bebé nos dará las primeras señales de que ya está listo para introducir los primeros alimentos, mostrando interés por la comida y manteniéndose sentado con un apoyo. Podemos introducirlos a través de purés, de alimentos triturados con cuchara o de alimentos muy blandos.
Desarrollo del lenguaje: el llanto es la forma más precoz y poderosa de comunicación que tiene el bebé y está presente desde el mismo momento de su nacimiento. Como padres, debemos tratar de entender qué es lo que nos está pidiendo y con el tiempo seremos capaces de asociar el tipo de llanto a una necesidad.
Desarrollo psicomotor: desde los 5 hasta los 12 meses de edad el bebé inicia el gateo, una fase fundamental para su desarrollo. Le va a permitir comenzar a medir distancias y a trabajar en el mantenimiento del equilibrio, hasta lograr que se desplace con un patrón corporal organizado.
Desarrollo afectivo y social: desde el nacimiento, el recién nacido muestra una capacidad sorprendente para organizar su conducta, señalar sus necesidades, expresar coherentemente sus emociones, y establecer una comunicación efectiva y emocional. Es capaz de reconocer sonidos y voces familiares, al haberlas escuchado desde el vientre materno y puede mantener su atención durante unos segundos. Este conjunto de habilidades le ayuda a sobrevivir, prosperar y le permite establecer una interacción social y emocional con sus padres, lo que establece el vínculo y el apego.
Desarrollo físico: pasado el primer año de vida veremos que nuestro bebé sigue creciendo y aumentando de peso, pero de una forma más lenta. Generalmente la cabeza tiene un tamaño superior en proporción con el resto del cuerpo. A partir de los 6/8 meses le comenzarán a salir sus primeros dientes.
Desarrollo cognitivo: comienza a tener curiosidad por distintos objetos y por reconocerlos al tacto. Además, comienza a retener información sobre la manera en la que funcionan las cosas y de esta forma crea sus primeros recuerdos.
A esta edad, la imitación cumple con una gran función, basada principalmente en observar las acciones de los adultos y siendo capaz de manipular objetos.
Desarrollo del lenguaje: va a comenzar a utilizar el lenguaje para comunicarse con nosotros, aunque utilizará su propio vocabulario. Va a poder entender algunas frases y a medida que vaya creciendo incorporará nuevas palabras a las que ya conoce. Es recomendable que no prolonguemos el uso del chupete ni del biberón, ya que puede dar lugar a malformaciones dentales y un retraso en la adquisición de ciertos fonemas.
Desarrollo psicomotor: a partir de los 12 meses veremos que el bebé comienza a aguantar el equilibrio y puede estar de pie con un apoyo. Asimismo, va a ir adquiriendo una mayor curiosidad por explorar su entorno, por ello será necesario que tomemos ciertas precauciones para asegurarnos de que lo hace de una forma segura.
Desarrollo afectivo y social: poco a poco irá conectando con nosotros y con las personas de su entorno, además va a ir aceptando la separación de sus padres por periodos cortos de tiempo.
Desarrollo físico: cuando cumplen los dos años, suelen aumentar 250 gramos cada mes, pasando a ser un crecimiento más paulatino. Lo mismo ocurre con su altura, pasando de medir 25 centímetros más tras el primer año, a la mitad de centímetros el segundo.
Desarrollo cognitivo: sus juegos son cada vez más complejos, siendo capaz de enlazar actividades con un mismo propósito. Es un buen momento para tratar de establecer una rutina, ya que sabe diferenciar los momentos del día y asocia una actividad a cada uno de ellos. Saber cuáles son las acciones que tiene que realizar de antemano le va a permitir ganar confianza y autonomía personal.
Debemos darle la oportunidad de comenzar a hacer cosas solo y que adquiera nuevas habilidades. Es recomendable que durante esta etapa tratemos de estimular su aprendizaje y curiosidad, ya que fundamentalmente aprende por observación y va a ser capaz de formar imágenes mentales de las acciones y objetos que ve.
Es recomendable que a la hora de imponer límites, empaticemos con nuestro hijo y le guiemos con pequeñas ayudas para que aprenda a tolerar sus frustraciones.
Desarrollo del lenguaje: su vocabulario será cada vez más rico, comenzando a utilizar expresiones con sentido y logrando formar frases de tres palabras, omitiendo artículos, conjunciones y preposiciones. Debemos promover su comunicación hablando sobre temas que quiera compartir con nosotros e incluyendo vocabulario adulto para que sea capaz de integrarlo y usarlo.
Desarrollo psicomotor: una vez alcanzados los 18/24 meses iniciará el correteo y será capaz de subir y bajar escalones con nuestra ayuda.
Desarrollo afectivo y social: esta etapa es conocida como la etapa de las rabietas, ya que cada vez es más independiente y quiere hacer las cosas solo, sin ayuda de los padres. Otra característica de esta etapa son los miedos, sobre todo hacia lo desconocido, por ello debemos escucharle y transmitirle seguridad para que poco a poco desaparezcan.
Desarrollo físico: en esta edad, el peso medio de un niño es de 14 kilos y una altura de 95 cm. Además, comienza a verse más delgado a medida que el abdomen se le aplana gradualmente y tiene casi todos los dientes de leche.
Desarrollo cognitivo: nuestro pequeño va a ir adquiriendo los suficientes conocimientos como para decir su nombre, contar pequeñas cantidades y recibir indicaciones más largas, cobrando especial relevancia las consecuencias que pongamos a su conducta.
Ya es capaz de comer usando utensilios y muestra interés por asearse y vestirse solo. A menudo se sumergen en crear mundos e historias, lo que juega un papel muy importante en su proceso de aprendizaje.
Desarrollo del lenguaje: también, ha ampliado su vocabulario, el cual se caracterizará por las palabras “No” y “Por qué” y sabe contar con frases complejas lo que le ocurre o cómo se siente.
Desarrollo psicomotor: a esta edad desarrolla movimientos musculares más grandes, puede correr, saltar y trepar. Además, desarrolla más coordinación, lo que le permite sostener objetos y armar torres, al ser más consciente de las habilidades que le permiten sus manos.
Desarrollo afectivo y social: ha aprendido a jugar en compañía o solo y es capaz de experimentar una amplia variedad de emociones acompañadas de muestras de afecto. Son capaces de aceptar la separación de sus padres y socializar con otros niños, uniéndose a sus juegos.
Es importante comprender que cada niño cumple con su propio ritmo, sin embargo, debemos asegurarnos de que su crecimiento es el adecuado para su edad y de no ser así, consultar siempre con el pediatra.
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